domingo, 2 de marzo de 2014

CAPITULO 4;distrito 4



Cuando por fin divise a Inés corrí en su dirección, (arrastrando mi equipaje a mi lado), cuando estuve cerca, la abrace sin pensármelo dos veces.


-Que guapa estas- dice la linda y cálida voz de Annie.


Annie, con su metro y sesenta de altura, su lindo cabello ondeado que cae por su espalda y ese hermoso vestido verde que iba libremente hasta sus rodillas que resalta sus lindos ojos esmeraldas.


.Le doy un cálido abrazo, escucho los pasos de mis papas y hermano en nuestra dirección y me separo de Annie para darles oportunidad de que le saluden.


Observo a Inés, es alta, de piel morena y lindo y lizo cabello color chocolate, sin duda se veía bien. Llevaba puesto un coqueto short de mezclilla que quedaba a la perfección con su blusa blanca con u letrero de “I LOVE THE SUMMER” que iba escrito con letras rojas y azules.


Y luego viene a mi mente como un rayo “Finnick”, pero no me atrevo a preguntar sobre el.


Caminamos juntos a casa de Annie que se encuentra donde antes fue la aldea de los vencedores y ahora es un lugar como cualquier otro en el distrito cuatro.


-¿Dónde esta Finnick?- pregunto a Annie con un hilo de voz.


-esta en la playa- me responde con una linda sonrisa en el rostro.


Se va caminando para la sala, donde están todos riendo y bromeando, entonces yo al verlos tan distraídos y contentos salgo camino a la playa.


Cuando termina la calle y por ende el pavimento, me quito las sandalias y hundo mis pies en la cálida arena, eso sin duda es una de las cosas que extrañaba del lugar, por que aun que la arena queme un poco se siente bien.


Camino en dirección a el mar y me paro abruptamente cuando una niña de cabello dorado que corría se atravesó por mi camino haciéndome tropezar y caer de bruces en la arena.


Un cuerpo alto y atlético se acerca en mi dirección, intento reconocerle, pero el sol encandila mis ojos. Cuando esta cerca me tiende la mano y acepto su ayuda.


-gracias, es que yo… no importa- digo sacudiéndome la arena del trasero.


-Hola Astrid- dice relajado, mi cuerpo da un respingo y le observo.


-¿Finnick?- pregunto con sospecha.


-que bueno verte otra vez- dice y si, el es Finnick.


- si, es que el sol y tu… tu, haz cambiado mucho- digo cubriéndome los ojos del sol.


-y eso es ¿bueno? o ¿malo?


-no, es que yo esperaba ver a el mismo niñito que jugaba conmigo y con Inés- le respondo sonriente al recordar aquellos lindos momentos.


-ven, quiero mostrarte algo- dice, toma mi brazo y me lleva casi arrastrando en dirección al mar.


-espera- intente zafarme, pero fue inútil, pues cuando por fin logre zafarme ya se había detenido.


-mejor espera aquí, ahora vuelvo- dijo reparando en mi atuendo.


Me senté en la arena, viendo como se aljaba adentrándose en el agua hasta que le perdí de vista. Lo espere ahí sentado, lo cual no fue mucho, pues tardo algunos cinco minutos en regresar.


Estaba mojado de pies a cabeza  y  iba caminando en mi dirección,(cuanto mas se acercaba, podía apreciarle mejor, a cada paso), me levante de la arena, podía ver que traía algo en las manos, pero no supe que era. Hasta que me lo tendió y lo pude observar bien.


Es una hermosa estrella de mar que reposaba en mi mano haciéndome cosquillas, de niña estas cosas me volvían loca a tal grado que llegue a tener una gran colección de todo lo que tenia que ver con estrellas, no importaba que fuese, si tenia una estrella de mar tenia que pertenecer a mi colección, la cual enriquecía a cada venida al cuatro, por eso cuando dejamos de venir decidí dejarlo.


Mire la estrella sonriente y luego gire mi cara para ver a Finnick y le dedique una gran sonrisa que expresaba tanta alegría como el agradecimiento, aun que también un poco de asombro, no creí que lo recordara, a decir verdad yo casi no lo podía recordar, pues había pasado tanto que…


-no me merezco un abrazo- dijo con malicia en la mirada, (al mismo tiempo que interrumpía mis pensamientos, si, eso era muy propio de el) pues sabia que si lo abrasaba me mojaría.


-así como estas… mmm… creo que, no- dije pensativa y solté una risilla que no logre contener.


-perdona, no te escuche bien, haz dicho que no ¿acaso?- me insinuó dándome la oportunidad de cambiar de opinión, la verdad es que no lo haría, pero igualmente decidí seguirle el juego.


-si, eso fue lo que dije- respondí decidida.


Me miro pensativo por alguna fracción de segundo y cuando menos me lo espere, mis pies ya no tacaban el suelo y el me cargaba en dirección al agua. Cuando llego a un lugar razonablemente hondo me dejo caer y salió por pies. Mi primer reacción fue tomar una bola de arena mojada y aventársela, pero para mi desgracia no le di, salí corriendo tras el sin poder alcanzarle del todo.


-Esto no se queda así Odiar- dije amenazante en su dirección a lo que respondió con una risa burlona y aumente mi paso para alcanzarle.


Apenas y me di cuenta de que habíamos llegado a su casa, pero le perdí de vista, esta sería mi oportunidad de devolverle el “favor” da hace rato, en definitiva le iría mal, casi podía sentirme mal por el.


Sentí que me envolvió con una toalla inmovilizando mis brazos, “bien pensado Odair”, pensé, pero si creía que esto sería todo estaba muy pero muy equivocado al respectó, no podía salir impune de esto.


-agradéceme luego- dijo con una sonrisa de lado, que me atrevo a decir, le quedaba sexy.


-lo lamentaras- dije amenazante a lo bajo.


-mmm… no lo creo, la verdad es que fue muy cómico- respondió sonriente, para después terminar estallando en carcajadas.


Quise fulminarle con la mirada, pero su risa me contagio y terminamos riendo como desquiciados, aun afuera de la casa.


 -vez, como si fue cómico.


-solo te diré una cosa, Odair, yo que tu dormía con un ojo abierto, o mejor no, no fuera siendo que amanecieras sin el- le indique amenazante.


-¿Qué es lo que usted señorita Mellark puede llegar a hacerme?- dijo con una sonrisa picara.


El rubor empezó a crecer en mis mejillas, pero lo olvide al acordarme de que había dejado mis zapatos tirados en la arena, ahora tendría que ir y regresar nuevamente, ¡maldición!, mis pies ya dolían por perseguir descalza a Finnick y todavía tendría que regresar de la misma manera


-¿buscabas esto?- dijo Finnick tendiéndome mis sandalias.


-gracias- dije tomándolas.


-considéralo, cuando quieras vengarte.


-no se te escapa una, ¿verdad?


-ninguna- dijo guiñándome un ojo.


Pero ya no me dio tiempo de responder o hacer nada, pues alguien de dentro nos habría escuchado y la puerta se abrió, abriéndonos paso dentro de la linda casa.





 


 













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